Capitulo 116

Perdón Isaura....por toda mi furia cada vez que tú me has rechazado. Perdón Isaura por creer que el hecho de poseerte era un derecho mío, derecho de señor egoísta. Siempre te traté como esclava como un trasto de la casa. Perdón Isaura por transformar mi amor en instrumento de suplicio y de tortura. Perdón Isaura...perdón por cada lágrima derramada de tus ojos. Perdón por nunca haberte dado una flor siquiera Perdón por querer sacar aquello que tu tienes demás precioso: tu virginidad, tu castidad Isaura, ahora que tú vas a ser libre yo voy a poder cortejarte como haría con cualquier otra señorita. Con las rojas rojas de la pasión que yo siento por ti Con las delicadezas de las sedas de las indias...con la belleza de los cristales de Babaria... Así empezó a hablar Leoncio cuando le presentó todos los regalos que esparció en la habitación de Isaura. Perpleja, anonada, Isaura respondió que ni todos los regalos del mundo podrían llegar a convencerla de la sinceridad de su arrepentimiento ni de su amor. Belchior invitó una ronda de licor a todos en el burdel y le pidió a doña Serafina que fuera ella quien lo ayudara a perder su castidad, pedido que por supuesto, la vieja florecilla se negó rotundamente. Geraldo tocó la frente de Álvaro y notó que la fiebre ha disminuído muchísimo renovando todas las esperanzas de planear el rapto de Isaura. En tanto Gioconda anda a los saltos por la tormenta terrible que se ha desatado pero más que nada está aterrorizada de contraer fiebre amarilla a tal punto que dijo que lo mejor era mandar al señor Álvaro a un hotel.